jueves, 6 de noviembre de 2008

El economista camuflado. Cristina Larena

Echando un vistazo a mis dos últimas semanas he de decir que Tim Harford y su libro, El economista camuflado, han influido en mi vida cotidiana.

Por poner un ejemplo os hablaré de mi cambio en el modo de hacer la compra. El otro día iba estaba yo con mi madre en un supermercado y la detuve cuando estaba a punto de coger el paquete de detergente que se encontraba destacado al comiendo del pasillo. No ves que es lo que quieren que hagas, le dije…Quieren que cojas ese y por eso lo ponen ahí, para que no te molestes en mirar otros que seguramente tengan un precio inferior. Y así era, el destacado no era el de mayor precio, pero tampoco el de menor ni mucho menos.

La semana pasada estuve con un amigo en un centro comercial y ¿a qué no sabéis lo que había allí? Un Sturbucks, ¡cómo no! Pues bien. La verdad es que me apetecía un chocolate caliente con nata por encima, pero me acordé de lo que me contó Tim Harford sobre cómo Sturbucks seleccionaba distintos precios según cliente, y pensé: no voy a ser yo la tonta que pague más, teniendo una cafetería cerca en la que me venden el mismo chocolate, pero más barato.

Y estos son algunos de los ejemplos prácticos que demuestran que, efectivamente, El economista camuflado ha influido en mi vida. Pero también ha influido en mi modo de ver la economía, ya que Tim consiste explicar teorías puras con palabras cotidianas y ejemplos del día a día que me han hecho recordar por qué me gusta tanto esta carrera.


En este libro existen dos errores económicos que yo, personalmente no he advertido. Me he creído todo lo que Tim Harford me ha contado, basándome en que tenía lógica, sus explicaciones estaban argumentadas y ejemplificadas, y eso que no son escasos lo hechos que trata: los cafés y alquileres de Sturbucks, los asientos preferentes del tren y el avión, la teoría de los limones y los melocotones como coches de segunda mano, las diferencias de precios entre un mismo articulo en establecimientos distintos, las subastas, el por qué de la exixtencia de un mercado de divisas(personalmente, este tema y el anterior me han parecido los mas interesantes), las externalidades pagadas a través de un aumento en el precio, como en el caso de la gasolina para que no haya tantos atascos o contaminación, el caso de Camerún y la experiencia personal del autor en este país y en China… entre muchos otros ejemplos que nos cuenta.

Y, sinceramente, me lo he creído todo, y seguiré creyéndomelo hasta que algo o alguien consiga convencerme de lo contrario. Otra cosa es que me parezcan mal, por ejemplo cuando habla de China y las sweatshops, que no respetan los derechos humanos. Aunque esas personas prefieran estar ahí que en un vertedero, eso no significa que las multinacionales como Nike tengan que explotar a sus trabajadores, me ha parecido completamente injusta la visión del autor; para mí, no es moral.


Cristina Larena Torés

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